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El amigo que hizo lo que había que hacer by Julian


Nos encontramos en internet. Ambos compartíamos esta fascinación por los cortes de pelo. Chateamos un par de veces y le conté que, aunque me encantaba mirar videos y fotos de cortes militares, en la realidad odiaba el pelo corto y sentía pena por los tipos que terminaban todos pelados en manos de un barbero.
El problema con cortarse el pelo es que solamente crece un centímetro al mes y un peluquero que exagera en cortar, te deja frito por un largo tiempo.
Me dijo que entendía perfecto y compartía mi sentir. Era muy refrescante poder hablar de esto con alguien que me entendiera. Hasta nos hicimos amigos en Facebook y con el tiempo, terminó siendo amigo de mis amigos, pero claro, nuestro tema de los cortes de pelo era completamente confidencial, entre él y yo.
Tenía un viaje de negocios a Buenos Aires y le conté que estaría visitando su ciudad. Me ofreció conocernos, tomarnos un café e inclusive propuso que fuéramos a una barbería juntos. Le volví a aclarar que una cosa eran mis fantasías y otra muy distinta la realidad. Me encanta llevar mi pelo con un estilo normal, conservador, no largo, pero definitivamente no corto. Así que acepté el café pero nada de peluquerías.
Muy amablemente me invitó entonces a visitarlo en su casa y al finalizar mis reuniones de trabajo, el día antes de regresar a casa, fui a visitarlo.
Pasamos un rato hablando de cosas normales hasta que abordó nuevamente el tema de la peluquería. No podía creer que nunca me hubiera cortado el pelo muy corto. Le volví a repetir que odiaba el pelo corto y que era algo que no quería para mi. Que el hecho de que me excitara ver a otros sufriendo esa tortura no quería decir que yo la quisiera vivir. Le confesé que de hecho me avergonzaba mucho sentir todo esto y que daría lo que fuera por poder vivir una vida normal, sin estar tan enfocado en el tema.
Me contó que era gay y que su pareja anterior sabía de su fetiche. Yo no lo podía creer, cómo se atrevía a contar esto a otra persona. Me preguntó si alguien más sabia y le confirmé que era la única persona en el mundo que lo sabía y que así se iba a quedar.
Después de un par de tragos me dijo: “creo que vos estás demasiado complicado con todo este tema. En lugar de disfrutarlo, lo sufrís y no sabés lo que te estás perdiendo. Así que te voy a hacer un favor que me vas a agradecer el resto de tu vida”. Encendió la calefacción de su casa y me dijo: “Quitate la ropa, déjate solamente los calzoncillos”.
Lo miré con cara de WHAT y le dije que yo no era gay y que no tenía intenciones de tener nada con él. Se rio bastante y me aseguró que la cosa no iba por ahí, que no me preocupara que no me iba a violar, y seguía riendo.
Tomé mis cosas para irme y me dijo “mirá, si vos salís de esta casa, en 10 minutos todos tus amigos se enteran de tu fetiche”. No podía creer que me estuviera chantajeando. Le hablé de lo traicionado que me sentía, pero él seguía tan tranquillo repitiendo que esto lo hacía por mi y que precisamente porque éramos amigos.
“Vamos a dejarnos de boludeces, aquí la cosa funciona de la siguiente manera: yo creo que, para vos, lo mejor es dejarte de pavadas y contarle al mundo que te excitan los cortes de pelo. Estoy seguro de que muy adentro de ti, morís de ganas de que te den una buena peluqueada y yo te voy a hacer ese favor”
Mi corazón empezó a latir fuertemente, no podía creer lo que estaba pasando. “Asi que si querés que esto siga en secreto, tenés solo una alternativa vas a hacer exactamente lo que yo te diga”
Le pedí que no hiciera eso, le aseguré que no sabía lo que estaba hablando pero me interrumpió diciendo “Ya, pará. Solo tenés dos alternativas y sé que en ambas te estoy haciendo un favor: o me obedecés o le cuento al mundo. No se hable más”
Me quité los zapatos y la camisa en señal de que me rendía. “los pantalones también”, dijo. Me quité los pantalones y quedé parado, avergonzado, con mis calzoncillos blancos y mis calcetines negros.
Acomodó una silla frente al espejo del baño, y me pidió sentarme en ella. Trajo un par de tiras plásticas, de las que se usan para sujetar cables y me pidió que pusiera mis brazos abajo junto al respaldo de la silla. Le pregunté que estaba haciendo y me dijo que por mi bien, me iba a inmovilizar un poco. Le aseguré que no era necesario, pero insistió y mis manos y pies quedaron amarradas firmemente a la silla.
Su baño tenía doble espejo y podía ver perfectamente mi reflejo enfrente y por detrás. Tomo un peine y comenzó a pasarlo por mi cabeza. “Tenés razón en no querer cortarlo, tu pelo es muy bonito y saludable” Mi corazón latía fuertemente
Con una botella con pistola de spray me mojó el cabello y las gotas corrían por mi cara y resbalaban por mi cuerpo. Tenía el pelo empapado y seguía peinándolo hacia abajo, haciendo que me cubriera la frente, la mitad de mis orejas y toda mi nuca.
Tomó unas tijeras y abriéndolas y cerrándolas frente a mi cara me preguntó “¿Estás listo?”. “Ok, me rindo, si quieres cuenta lo que quieras, publica en Facebook lo que quieras, pero no me cortes el pelo. Ya paremos, desamárrame que me voy”
“um…. No, demasiado tarde para eso” Tomó las tijeras y recortó la mitad del pelo que caía sobre mi frente. Vi caer los mechones de pelo que aterrizaron sobre mis calzoncillos blancos.
Lo miré furioso y le dije “¿sabes que toma por lo menos 3 meses volver a crecer lo que acabas de cortar?” Sin decir palabra empujó mi cabeza hacia abajo, de tal manera que mi quijada tocó mi pecho y recortó, en línea recta todo el pelo que cubría mi nuca. Cuando levanté la cabeza vi en el espejo de atrás, por primera vez en la vida mi nuca completamente descubierta.
Sentia que iba a llorar. Me estaba pasando lo que tantas veces vi en los videos y que tanto odiaba. Sujetando mi cabeza, empezó a recortar el pelo que cubría las orejas, dejando un arco muy marcado y haciendo que se vieran demasiado grandes.
Me veía ridículo. “¿Te gustan las patillas largas o cortas?” me preguntó. “Así están bien”, contesté con un nudo en la garganta. “mmmm, a mi me parece que no” Acercó las tijeras abiertas y de un solo golpe recortó completamente las patillas, desde donde comienza la oreja. Tomó una maquinilla pequeña y la encendió. La puso sobre la marca que había dejado con las tijeras y bajó lentamente, rasurando completamente las patillas. Luego la subió a contrapelo, dejando la piel a ras. Una mancha blanca reemplazó lo que había sido mi patilla derecha. “Creo que se me fue la mano” me dijo con una sonrisa. “Mirá que se ve mucho mejor con patillas” me dijo, comparando el lado izquierdo con el derecho.
“Ya sé que podemos hacer para que parezca que todavía tenés algo de patillas” Tomó nuevamente la maquinilla y empezó a esculpir un arco mucho más grande que el que había hecho con las tijeras, dejando alrededor de un centímetro de piel descubierta alrededor de la oreja. Siguió usando su maquinilla en la parte de atrás, marcando ampliamente los contornos laterales.
“Ves… mucho mejor”. En realidad, me sentía mareado, nunca había visto mis orejas destacar de esa manera. “Vamos a emparejar el otro lado” repitió la operación del otro lado y luego pasó a la parte de atrás y con la máquina hizo una línea recta, absurdamente alta, rasurando por lo menos 3 centímetros del pelo que cubría la nuca, dejándola completamente descubierta desde dónde comienzan las orejas.
Sacó espuma de afeitar y con una cuchilla me afeitó las partes que había recortado con su maquinilla infernal: patillas, piel sobre la oreja y toda mi nuca.
Tomó un secador de pelo y me secó completamente y me hizo un peinado de lado. Me veía ridículo con las orejas y la nuca afeitada de esa manera.
“Que opinás, ¿te gusta? Yo creo que vas a estar más fresco sin tanto pelo sobre la nuca y vas a oir mucho mejor”. “No, no me gusta, se ve horrible”, le dije, con un nudo en la garganta.
“mmm… bueno, no seas nena, todo tiene arreglo. Lo ves horrible porque lo tenés muy largo todavía” Tomó las tijeras y jaló un mechón de pelo en mi lateral derecho. “Vas a ver que si recortamos un poco más, te va a quedar mejor” Esta vez sin ayudarse con el peine, simplemente levantó el mechón de pelo y lo recortó, quedándose con él en la mano y soltándolo luego sobre mi regazo.
“¿Qué haces? ¡No por favor!” alcancé a decir mientras levantaba otro mechón y repetía lo mismo. Fue tomando mechón por mechón, alrededor de toda mi cabeza y sin ningún cuidado lo iba cortando y tirando sobre mis ahora cubiertos de pelo, calzoncillos blancos.
Cuando terminó la vuelta, mi cabeza se veía hecha un desastre, pelo más largo aquí, más corto allá, hasta un tajo blanco, a ras de piel sobre la oreja izquierda.
Era la peor pesadilla de mi vida. “¿Mejor?”, me preguntó. Yo no dije nada. “Es broma, no creás que te voy a dejar así”.
Tomó ahora una maquina más robusta y puso la guarda #2. Empujo mi cabeza hacia adelante y empezó a pasar la máquina desde abajo hasta la coronilla. Pasó la máquina por los costados y la parte lateral, tumbando y emparejando todo el desastre que había hecho antes. Se veía un poco mejor, pero aún se notaban partes disparejas que había cortado casi a ras con las tijeras, y por supuesto que el bache de piel que se asomaba sobre el arco de la oreja izquierda resaltaba fuertemente.
Puso la guarda #1 y empezó a pasarla por la cabeza, subiendo bastante, pero sin llegar hasta arriba, respetando un poco el corte que había hecho con la guarda anterior. El cambio era enorme. Con la #2, el pelo cubría el cuero cabelludo, pero con la #1, me empecé a ver pelado. “Veo que te gusta más de lo que me decís” me dijo al mirar mis calzoncillos ahora abultados. Me había cortado prácticamente todo el pelo, pero seguía viéndose el rasurado exagerado en la nuca y las orejas.
Después de analizar un poco la situación, quitó la guarda y empezó a pasarme la maquina en la parte inferior de la cabeza, sobre la nuca, y sobre las orejas. Estaba cortando al ras. Traté de decir algo, pero las palabras no me salían de la boca.
Seguía pasando y repasando con la cero, subiendo un poco más, dejando media cabeza completamente pelada. Por detrás podía ver cómo, aún con la cero, se seguía notando la raya que había rasurado inicialmente. Él lo notó también y tomó de nuevo la maquinilla pequeña y empezó a pasarla, desde la nuca hacia arriba, borrando la marca, pero dejándome completamente pelado por donde iba pasando. “Querés que borre el arco o lo dejamos?” Me preguntó. Odiaba el arco, así que le dije que lo borrara. Esto me costó quedar pelado completamente casi 4 centímetros sobre la oreja.
Pasó la brocha quitando los pelos sueltos, incluyendo los que estaban sobre mi regazo y descubriendo mi gran excitación. “Ves, te dije que te iba a gustar”. Me peinó la parte superior y me preguntó si me la cortaba también. Se veía bien el contraste entre el pelo largo arriba y luego un buen degradado. Le dije que no, que así estaba perfecto.
Al ver que mi cara había cambiado de enojo absoluto a aceptación y resignación, optó por no cortarme más y me soltó las ataduras. No podía dejar de mirarme al espejo. Por primera vez en mi vida, estaba tan pelado como todos esos videos que había visto tantas veces.






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